Cierto magistrado filipino, enojado porque el novio de su hija había enviado la fotografía de ésta a la redacción de un periódico, que patrocinaba un concurso de belleza, para incluirla entre las candidatas, le aconsejó a que retirara dicha fotografía, porque no consentía que dispusiera de ella antes de que fuera marido de su hija. Ya en los recintos de la redacción, dicho magistrado coincidió con un colega suyo, a quien, a preguntas del mismo, le explicó la situación. Sin ningún recato, dicho colega le comentó: "Pues haces muy bien en retirar la candidatura de tu hija, porque, presentándose la mía al concurso, veo difícil que tu hija pueda vencer. ¡Más vale ahorrarse el bochorno de una derrota!" En tono enérgico el magistrado le replicó al instante: "¿Ah sí? Pues mira, no retiro la fotografía. ¡Mi hija será candidata!" A la postre ésta venció. Es que el magistrado se había suscrito al periódico por veinte años, visto que los votos se conseguían en función de suscripciones al periódico. Vuelto a ver su colega, le faltó tiempo para preguntarle: "¿Qué tal el bochorno de tu hija?" Inconfundiblemente hispánico todo ello.
Eso queda de España en Filipinas.
Cuando hace algunos años se presentó un proyecto de ley en nuestro Congreso Nacional para abolir la enseñanza obligatoria del español en las escuelas filipinas, comparecí en la correspondiente sesión pública, habiendo solicitado un turno en contra. El legislador que presidía la sesión, me preguntó: "¿Por qué se opone usted a este proyecto de ley? ¿Por qué prefiere que continúe la enseñanza obligatoria del español en nuestras escuelas? ¿Es que se enseña el tagálog en los centros docentes de España? Tenemos nuestro idioma propio. Cuidemos de enseñarlo y cultirvarlo, en lugar de imponer en nuestras aulas un idioma extranjero que no tiene nada que ver con nosotros. ¿No le parece a usted que llevo razón?". Le respondí entonces: "Su señoría dice bien. Tenemos un idioma propio, el tagálog, que debíamos hablar y cultivar. ¿No le parece, por tanto, que deberíamos hacerlo ahora aquí, en vez de emplear el inglés, como lo está haciendo Su Señoría? Accedió a ello, aunque no sé si de muy buena gana. Empecé, entonces, preguntándole en tagálog: ¿Cómo se llama esta prenda?". Me contestó: "Americana". Arguyo: "Perdone su Señoría, pero esa palabra es española". Y proseguí: "Señoría, cuál es el nombre tagálog de esta otra prenda?" Me respondió: "Camiseta". "Vuelva a perdonarme su señoría, pero esa palabra también es española". Y así le hice recorrer las demás prendas como pantalón, cinturón, corbata y calzoncillo, que también se llama así tagálog.
¿Tiene que ver con nosotros el idioma español? En el Parque de Rizal se pueden leer en sendas placas conmemorativas las traducciones de la poesía última de nuestro hérores nacional realizadas en todos los idiomas principales del mundo. Falta el texto en español. ¿Es que no es este idioma uno de los principales?. Sí, lo es. Se trata únicamente de que Rizal, el héroe, escribió su poesía en español. Como en español se compuso por el joven poeta filipino, José Palma, la letra de nuestro Himno Nacional. También en español se redactó la Constitución de nuestra Primera República, así como los escritos de nuestros más insignes patricios y los documentos más salientes de nuestra historia patria, amén de las mejores producciones literarias de nuestros escritores, tanto en prosa como en verso.
Eso queda de España en Filipinas.
Por un decreto del que fuera Gobernador y Capitán General de Filipinas, don Narciso de Clavería, los filipinos adoptamos apellidos españoles, que son los de más del noventa por ciento de los filipinos; incluso, hay quien ostenta como apellidos palabras españolas que no lo son; de ahí, que nos tropecemos con sobrenombres tan peregrinos como bragas, pantalón, campana, jaula, elefante y pájaro. Han pasado años desde entonces, se han sucedido los regímenes políticos, los filipinos nos hemos vuelto independientes, soberanos de nuestros destinos y, sin embargo, no hemos renegado de ese ucase español, retenemos dichos apellidos y a mucha honra. Por eso no extrañe, en un repaso de la lista de los delegados a la Conferencia Afro-Asiática de Bandung, que leamos esta reseña: Birmania - U nu; China - Chou En Lai; India - Jawarharlal Nehru; Thailandia - Wakatayakan; Indochina - Ho Chi Ming; Indonesia - Sukarno; y Filipinas - Carlos Rómulo Peña. ¿No es revelador esta singular variante filipina? Lo mismo acontece con los dirigentes de los países orientales, tales como el Emperador Akihito, de Japón; la Primer Ministro Ali Bhuto, de Pakistán, y el Presidente Suharto, de Indonesia, por citar a algunos, frente al presidente de Filipinas, que se llama Fidel Ramos Valdés, como antes lo fuera la Presidenta Corazón Aquino, sin que tengamos que remontarnos al presidente de nuestra primera República, que se llamó Emilio Aguinaldo.
Eso queda de España en Filipinas.
El más somero repaso de la toponimia filipina nos brinda un aval más a nuestra respuesta afirmativa a la pregunta que ocupa nuestra atención. Lo inicia el mismo nombre de nuestro país, Filipinas, que se deriva de Felipe, nombre del que entonces fuera Príncipe de Asturias, en cuyo honor se adoptó ese nombre para nuestras Islas. Nos sale, luego, al paso, una letanía de provincias tales como La Unión, Isabela, Nueva Vizcaya, Nueva Ecija, La Laguna, Camarines, Mindoro y Negros. Nos hacen el encuentro también ciudades y poblaciones como Ballesteros, San Fernando, Solano, San Carlos, San Quintín, San José, Luceno, Valladolid, Mondragón, Getafe, La Carlota, Pontevedra, Victoria, Santa Catalina, Santander, San Luis y Puerto Princesa. Desfilan seguidamente islas como Corregidor, Monja, Fraile, San Miguel y Boca Grande; bahías y golfos de nombre Illana, Lanuza, Coral, San Antonio, San Juanico e Isla Verde; los cabos Engaño, San Ildefonso, Espíritu Santo, San Agustín, Santiago y Coronado, sin dejar de aludir a ríos y cascadas como Chico, Magno, Grande y María Cristina, así como los montes Sierra Madre, Carballo, Cordillera, Halcón y Santo Tomás. Hago referencia al tomo inédito que, sobre el particular, nos dejara aquel gran investigador y buen amigo que en vida se llamó Adolfo Cuadrado Muñiz, del que he extraído tan parcos ejemplos.
Eso queda de España en Filipinas.
¿Donde está el "American School" establecido por los norteamericanos en Filipinas hace un siglo? Y, sin embargo, allí permanecen la Universidad de Santo Tomás, la del Ateneo de Manila, el Colegio de San Juan de Letrán, el de San Beda y los femeninos de Santa Isabel, Santa Catalina, Santa Rosa, La Concordia, La Consolación y Santa Rita. Todas son instituciones creadas por españoles durante el régimen español en Filipinas y que, aun en nuestros días, continúan su secular misión docente. Y si nos trasladamos a los exponentes materiales existentes cabe citar las fuentes de Carriedo y de Calderón de la Barca, las murallas de Manila que datan de 1574, la Real Fortaleza de Santiago, el Palacio de Malacañang, residencio oficial del Presidente de Filipinas, la Fuerza de Nuestra Señora del Pilar, en Zamboanga, las catedrales de Manila, Lipa y Calasiado, así como las iglesias de San Agustín, Malate y San Sebastián y los templos provinciales de Paoay, Tanay, Dingras, Lucbán, Gumaca, Morong, Barasoain y Naga. ¿Podemos olvidar, acaso, los monumentos a Legazpi y Urdaneta, al Arzobispo Miguel de Benavides, al botánico Sebastián Soler y al Gobernandor General Simón de Anda y Salazar? ¿Y qué decir de esa maravilla mundial que es el órgano de bambú de las Piñas?
Eso queda de España en Filipinas.
Los filipinos abrimos los libros de derecha a izquierda, así como leemos horizontalmente de izquierda a derecha, justamente lo contrario a como lo hacen nuestros hermanos orientales. Empleamos el negro para el luto y no el blanco o el amarillo preferido en otras latitudes de Extremo Oriente. En la urdimbre de nuestras danzas y canciones juguetean los fandangos, las habaneras y las jotas, siquiera sea, en palabras del maestro español Cubiles, "con cierta pereza oriental". Nuestra gastronomía desconoce los platos exóticos de China, Japón y Corea, por ejemplo, a base de serpientes, ratas o monos. Nuestro plato nacional es el cochinillo asado, como se conoce en vuestra Segovia. Nuestra indumentaria típica es, para los varones, la camisa occidental, aunque enriquecida con bordados a mano, y, para las mujeres, la falda larga y la camisa de diseño originariamente valenciano, como lo demuestra la doctora Inés Villas, en su tesis doctoral en la Universidad Complutense, de la que fue primera doctora filipina.
Eso queda de España en Filipinas.
En Filipinas presumimos de redes ferroviarias; alumbrado eléctrico público y privado, traída de aguas potables; marina mercante; plantaciones de azucar, tabaco, maíz, añil y algodón; observatorio meteorológico; cria caballar y bovina; hospitales, orfelinatos, seminarios, conventos de clausura y colegios y universidades. También contamos con un sistema de seguridad social, con economatos y mutualidades, escuelas de maternidad y óptica, asilos, sanatorios, presidios. Y así se podría prolongar la reseña sin pausa; pero, hagámosla para recalcar que todas estas realidades filipinas son de origen español y datan de siglos.
Eso queda de España en Filipinas.
España sigue, pues, presente en Filipinas. Nos lo asegura con mejor acento el bardo filipino Jesús Balmori, que se dirige así a España:
Reina de los amores y los dolores grandes, que por todas las tierras tu habla sonora expandes y por todos los cielos prendiste una quimera: ¡Aquel tu sol glorioso que ayer se puso en Flandes hoy vuelve a ser tu sol, porque está en mi bandera!
Por Antonio M. Molina, Madrid (1998) - SEECI 2000, Nº 2 - Abril 1998 (Págs. 1-6) |