Artículo de Javier Galván, ex-director del Instituto Cervantes de Manila (2001)
En contra de una creencia generalizada en España, el español no se implantó en Filipinas de forma mayoritaria y extensiva como en Hispanoamérica; es lógico, si se tiene en cuenta que el número de españoles en aquellas islas fue siempre reducido: inferior a los seis mil habitantes, en una población total de nueve millones, en el momento de máxima presencia, a finales del XIX. La evangelización -la auténtica razón de la presencia española en Filipinas- por razones de eficacia y economía de medios, se llevó a cabo, en los idiomas locales. Luis Mariñas Otero afirma en su obra Literatura filipina en castellano, que "el español no se habló en su época de mayor expansión sino por la octava parte de los habitantes de Filipinas".
Durante la época española, el español era, obviamente, la lengua oficial, lingua franca entre la enorme variedad de idiomas y dialectos filipinos. El español permitió a los filipinos comunicarse entre sí, siendo vehículo para la forja de su propia identidad nacional. Idioma, bien es cierto de una minoría ilustrada, en el que escribieron sus obras figuras clave de la cultura filipina como el héroe nacional José Rizal, o los poetas Fernando María Guerrero y Claro M. Recto. De la importancia histórica que el español tiene para los filipinos, es buena prueba el texto de la primera constitución que promulgaron, al declarar su -efímera- independencia en 1898: la constitución de Malolos, redactada en español. La letra del himno filipino -que hoy se canta a diario, en tagalog, en todas las escuelas de Filipinas- también fue concebida en nuestro idioma, algo generalmente ignorado.
El español siguió siendo el idioma de la administración y de la minoría acomodada en los primeros años de dominación americana, hasta bien entrado el siglo XX; incluso los periódicos seguían publicándose en español. Según afirma Delfín Colomé en La caución más fuerte "alrededor de 1898 conviven en Filipinas más de sesenta publicaciones periódicas en español". El inglés fue suplantando sistemática-mente al español en todas las esferas, aunque su penetración en el conjunto de la nación filipina nunca fue, ni mucho menos, total. El tópico de la desidia española por la educación de los filipinos es totalmente falso. No fueron ni mucho menos los thomasites -540 maestros americanos que llegaron en 1901 a bordo del S.S.Thomas- los primeros en ocuparse de la instrucción elemental del filipino. Bien sabido es que en 1611 se crea en Manila la Universidad de Santo Tomás, un cuarto de siglo antes que la de Harvard; pero no lo es tanto que en 1580 los franciscanos ya habían concebido un programa de escuelas primarias públicas. Más adelante, en 1863, Isabel II dispondría por Real Decreto la creación de escuelas primarias en todos los pueblos de Filipinas. Es significativo que el índice de analfabetismo fuera en Filipinas, a finales del siglo XIX, inferior al de la propia metrópoli.
El español ha sido lengua oficial en Filipinas, junto al inglés y al filipino hasta 1976, y hasta 1987 de enseñanza obligatoria en las universidades filipinas, lo que no garantizaba ni mucho menos su aprendizaje, tal vez generase hasta rechazo. El español ha sido en Filipinas la lengua de la administración -durante la época de soberanía española- y el vehículo de expresión de la cultura filipina. Como lingua franca ha jugado un papel esencial en la gestación de la propia identidad nacional filipina, e influido de forma decisiva en la evolución de sus lenguas autóctonas, a las que ha aportado innumerables vocablos y expresiones.
El cuantificar el número de hispanohablantes en las distintas épocas es cuestión harto complicada. Los datos no son muy fiables; las desviaciones entre unas fuentes y otras resultan abismales. El censo de 1960 daba una cifra de 9592 habitantes que tenían el español como lengua materna. El dato había bajado a 2657 en el censo de 1990. Si consideramos el número de personas que pueden comunicarse en español, las cifras aumentan enormemente. El anuario del Instituto Cervantes de 1998, recoge el dato de más de 1.800.000 hispanohablantes en Filipinas, cifra que se nos antoja excesivamente optimista.
Mención aparte merece el chabacano, lengua mixta del español, hablado hoy por unas 800.000 personas en Filipinas. Como su propio nombre sugiere se trata de un español poco ortodoxo, una lengua criolla, de base lexical portuguesa, relexificada al español. Es una lengua viva, la lengua materna de un importante colectivo de la población, localizado principalmente en Zamboanga, en la isla de Mindanao.
Desde el Desastre del 98 una visión pesimista y derrotista se ha cernido sobre todo lo relativo al español en Filipinas. Es evidente su retroceso durante el siglo XX. También es evidente que los casos -siempre minoritarios- de filipinos cuya lengua materna es el español constituyen una especie casi extinguida. Pero ese proceso de deshispanización hay que verlo ya con perspectiva histórica. Comenzó con la entrada en acción del gigante norteamericano; pero es un proceso ya terminado. Su fin tiene que ver, por un lado, con el advenimiento de la nueva sociedad de la información -capaz de derribar no sólo telones de acero, sino blindajes ideológicos que han obstaculizado durante décadas el conocimiento y la difusión de realidades históricas, como la guerra filipino-americana (1898-1902), que produjo más víctimas filipinas que todas las revueltas y revoluciones acaecidas en los trescientos treinta y tres años de continuada presencia española. Por otro lado el fin de ese proceso tiene que ver con la propia proyección exterior de la democracia española y con el cambio de la mentalidad oficial hacia Asia.
La mirada nostálgica a un tiempo en el que los periódicos se escribían en español, y los literatos filipinos producían sus obras en nuestro idioma, quizás impide ver la realidad del español en Filipinas a comienzos del siglo XXI. Una realidad no muy diferente a la de otros países del mundo de habla no hispana, pero que en Filipinas tiene un carácter muy especial.
La sociedad filipina, mira hacia atrás en busca de sus señas de identidad y encuentra su pasado vinculado a España; pero también evoluciona, mira hacia delante, y ve un mundo cada vez más comunicado, en el que 400 millones de personas se expresan en español. Los filipinos van descubriendo que el español es un idioma útil. Prueba de ello es la demanda creciente de cursos que el Instituto Cervantes de Manila recibe anualmente, a través de CEOE-ECOP , para enseñar español al personal de empresas filipinas relacionadas con el mundo de habla hispana. Igualmente ilustrativa es la demanda de cursos de español, para funcionarios, por parte del Ministerio de Asuntos Exteriores filipino.
Si bien el español dejó de ser asignatura obligatoria en el programa de estudios universitarios filipinos, las universidades de prestigio lo mantienen como asignatura optativa, impartida en más de setenta centros por todo el país. Unos 20.000 estudiantes filipinos emprenden al año algún curso de español. Prueba del interés creciente -sobre todo de los jóvenes- por el español en Filipinas, es que el número de matrículas en el Instituto Cervantes de Manila se ha multiplicado por 4 en los siete años transcurridos desde el comienzo de su actividad. El incremento en el presente año está siendo espectacular: al finalizar 2001 se habrá impartido un 40% más de horas lectivas/alumno que el pasado año. Y la previsión para 2002 prevé un porcentaje de crecimiento similar. Los profesores del Cervantes de Manila no dan literalmente abasto.
Los filipinos necesitan el español para comprender su historia, y necesitan el español para ser más competitivos en un mundo globalizado. El español en Filipinas dejó de ser la lengua materna de una minoría, para ser la lengua preferida que muchos filipinos eligen libremente aprender.
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