Tras la derrota española en la Guerra Hispano-Norteamericana de 1898, un regimiento español de 50 hombres liderado por los tenientes Juan Alonso Zayas y Saturnino Martín Cerezo, resistió el sitio del enemigo durante once meses en la iglesia del pueblo de Baler (Filipinas) ignorando que había terminado la guerra. Los españoles, desconfiando de los sucesivos mensajes que llegaban de Manila con la noticia de la rendición y el final de la guerra, siguieron defendiendo su posición pensando que se trataba de un engaño. Después de resistir en pésimas condiciones durante casi un año, y convencidos por fin de la veracidad de la noticia, los 33 supervivientes entregaron la plaza el 2 de junio de 1899. En señal de admiración y respeto, los filipinos les trataron como a amigos, y les permitieron regresar a Manila, y luego a España. Desde el rodaje de una película sobre esta gesta en 1945, este grupo de valientes se conoce también como Los Últimos de Filipinas.
La rendición de España en la Guerra Hispano-Norteamericana de 1898 marcó el final de tres siglos y medio de administración española de Filipinas. Los Estados Unidos intervinieron en el conflicto interno de Filipinas, igual que en Cuba unos meses antes, y finalmente declararon la guerra a España. Tras la derrota española, ambos países firmaron el Tratado de París en diciembre de 1898. España fue obligada a ceder sus últimos territorios de ultramar: Cuba, Puerto Rico, Guam y las Filipinas. Sin embargo, un regimiento español atrincherado desde hacía meses en la iglesia de Baler (provincia de Aurora) no recibió la noticia de la rendición hasta febrero de 1899, cuando llegó un comunicado del alto mando de Manila con la orden de rendir la plaza. Los españoles no creyeron en la autenticidad de este mensaje, ni de otros posteriores, y continuaron defendiendo su posición en Baler a pesar de las bajas por fuego enemigo y por enfermedades tropicales. En octubre de 1898 mueren tres soldados por la enfermedad de beriberi, entre ellos el teniente Alonso Zayas. Así, durante casi un año, en condiciones extremas y sin apenas víveres ni agua potable, los españoles resistieron el asedio del enemigo. Sin saberlo, estaban defendiendo el último bastión español del Pacífico, a excepción de las Islas Marianas y las Carolinas. Eran los Últimos de Filipinas.
Convencidos finalmente de la veracidad de la noticia por un periódico que llegó a sus manos en mayo de 1899, los españoles accedieron a rendir la plaza el 2 de junio de 1899. Del regimiento inicial de 50 soldados, sobrevivieron 33. Los tenientes Martín Cerezo y Vigil de Quiñones encabezaron la formación de soldados que exhaustos y hambrientos salieron de la iglesia mientras las fuerzas filipinas les hacían pasillo. Impresionados por su heroica hazaña y su valor, los filipinos renunciaron a hacerles prisioneros, y les permitieron viajar a Manila para reunirse con el grueso de las fuerzas españolas. A su paso por Tarlac, el Presidente Emilio Aguinaldo les ofreció comida y alojamiento, y el 30 de junio de 1899 decretó que los soldados españoles fueran tratados como amigos y se les permitiera el regreso seguro a España. (Ver texto del Decreto).
En el año 2002, en memoria de esta gesta y del decreto de Aguinaldo, el Congreso Filipino aprobó fijar el 30 de Junio como Día de la Amistad Hispano-Filipina.
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